Piedad Bolaños Donoso y Marina Martín Ojeda, han editado los escritos privados de Sor María de San Agustín. Sufrir más por querer más (Revelaciones de una monja del Convento de "Las Marroquíes" de Écija,
Biblioteca ecijana "Martín de Roa", Écija, 2010. Como tuve ocasión de
comentar con la superiora de ese convento en día de la presentación del
libro, entendía que era un magnífico ejemplo de mujer enamorada, en las
que el sexo no es más que la culminación de un proceso de fusión mística con el ser amado, de ahí que se pueda dar incluso una especie de orgasmo psicológico cuando dos
mentes coinciden y penetran (como se puede dar el embarazo psicológico cuando se tiene el deseo desmedido de ser madre). No por casualidad Bernini representó el éxtasis de Santa Teresa de esta manera.
Dicen las citadas autoras, en las pp. 43-44 del libro:
“Nos encontramos con un 'diario de confesiones' ocasionales o, si lo preferimos, con una 'vida'[1] de la autora, en donde nos habla de ella misma, de su pensamiento, de sus experiencias místicas[2],
arrobos y visiones que se alternan con enfermedades, tentaciones y
tormentos del demonio que, tras la comunión, sentía en su interior. Casi
podríamos considerar que penetramos, de golpe, en la segunda etapa de
la mística, en la que busca la autora su unión con Dios. Ya no tiene preocupaciones mundanas; tiene casi dominadas las pasiones y los apetitos; se encuentra en el estadio de recibir revelaciones de Dios. En ciertas ocasiones, incluso, da a entender haber alcanzado la vía unitiva o unión
completa con Dios. Esta es la razón por la que apetece todos los días la carne de Cristo. La experiencia de recibir a Cristo en forma tangible y física, de unirse corporalmente con él en la Eucaristía, es una de las preocupaciones que más nos hace llegar la autora:
"Estando día del Santo Ángel de nuestra guarda, acabada de comulgar, hízome el Señor una gran merced y fue en esta conformidad;..."[3]; "Estando un día acabada de comulgar, me dio de repente un impulso de amor de Dios de tal suerte que me vi
obligada a usar el remedio que mi confesor me mandaba para aplacar las llamas..."[4].
Por su parte, el neurocientífico Francisco J. Rubia, en La conexión divina. La experiencia mística y la neurobiología, Barcelona, Crítica, 2004, 2ª ed., p. 14, señala:
“Aparte de la sensación de entrar en contacto con lo sagrado, lo numinoso o divino, muchas características nos recuerdan síntomas de activación de estructuras límbicas, como la dificultad en expresar lo que se ha vivido, lo que es común a la inmensa mayoría de emociones y afectos, ya que surgen de regiones cerebrales con conexiones pobres con las regiones del habla; la disolución del «yo»,
que se ha referido repetidamente en síntomas del lóbulo temporal; la
distorsión o pérdida del sentido del tiempo y del espacio,
característica común con los ensueños;
la sensación de objetividad y realidad profundas, que nos está
diciendo que aquellas estructuras que le dan un sentido biológico a los
estímulos externos, como la amígdala, están siendo activadas; la
sensación de tener intuiciones profundas sobre temas trascendentes y
universales, lo que también suele ocurrir en enfermos esquizofrénicos; la superación del dualismo y las contradicciones,
lo que es también común con los ensueños, pero que asimismo ocurre a
menudo en el lenguaje poético; la visión de luces brillantes y
cegadoras, lo que suele suceder también en síntomas de afección o
activación patológica de estructuras límbicas; pero, sobre todo, la sensación de felicidad, bienestar, paz, alegría, etc.
(características típicas de la epilepsia del lóbulo temporal), que sin
duda tiene su base en la producción por el cerebro de las endorfinas”.
Y en pp. 138-139: “Esta capacidad intuitiva que se despierta con la experiencia extática no sólo no tiene nada que ver con la capacidad intelectiva, racional, sino que a veces esta última es un inconveniente para
llegar a «despertar» lo que llevamos en el interior de nuestra psique”.
Deja
muy claro dicho autor, a lo largo de su paseo que hace por los
distintos movimientos místicos (o sea de sentimiento de fusión de los
seres) que en todo caso es una gracia, no un acto de la propia voluntad, como no lo es ningún enamoramiento.
Cuando éste es de ida y vuelta, como a veces se produce entre dos
personas al mismo tiempo y se supone que sucede igualmente con la
totalidad del Universo (con Dios, en la percepción religiosa) el éxtasis se convierte en mística con la persona amada, que se siente como un todo en el que se engloban las dos partes,
sin que haya clara distinción entre las mismas. Una especie de orgasmo
absoluto en el que el sentimiento se impone a las limitaciones impuestas
por
la separación de los cuerpos; que es secundaria cuando se siente así
aunque su superación sea el complemento ideal del sentimiento.
Ojalá tengas la suerte de sentir el amor de esta manera.
NOTAS DEL TEXTO:
[1] Existe una clara diferencia entre vida y autobiografía. Bien expuesta se encuentra en el libro de Beatriz Ferrús Antón, Heredar la palabra: cuerpo y escritura de mujeres, Valencia,
Tirant lo Blanch, 2006. Podríamos reseñar, fundamentalmente, la
ausencia de un 'yo sujeto' capaz de la auto-reflexión y
presente en la autobiografía. Él 'yo' que aparece en estás vidas es sólo
yo-cuerpo que articula el relato y lo ensarta.
[2] "Bien v[e]ía
ya que todas estas cosas tan intelectuales y divinas, venían de lo
interior de mi alma y que yo no tenía parte en ello: era obra de la
divina mano" [Relato 7].
Saludos